En el Reino Unido, los voluntarios colocan cajas en las ramas de los árboles para proporcionar refugio a las lechuzas comunes. Gracias a ellos hoy anidan 12.000 parejas
Las lechuzas comunes son una de las aves más queridas y reconocibles del campo. Se encuentran en todo el mundo, pero están experimentando una disminución de la población. En el Reino Unido, por ejemplo, la lechuza común ha disminuido constantemente durante el siglo pasado debido a la pérdida de hábitat y al envenenamiento por herbicidas, pero esta tendencia se ha revertido con la ayuda humana. Por una vez, de hecho, estamos ayudando a los animales a volver a sus lugares, de los que desaparecieron por nuestra culpa.
Desde hace algunos años, algunos voluntarios colocan cajas en las ramas de los árboles para ofrecer cobijo a las lechuzas. Y funciona. Para 1987, las lechuzas comunes estaban en su nivel más bajo con alrededor de 4.500 parejas reproductoras, un 70% menos que las cifras desde 1932. Ahora hay alrededor de 12.000 en el Reino Unido.
Históricamente, estas distintivas aves con rostros en forma de corazón, grito demoníaco y vuelo silencioso, eran amigas de los agricultores mientras devoraban roedores que dañaban las cosechas. En la antigüedad, también se construían "ventanas para búhos" especiales en graneros para animar a las aves a anidar entre las vigas y los espacios del ático. Pero a partir de mediados del siglo XIX, la agricultura se intensificó y su presencia ya no fue bien recibida.
Pero en 1988 el destino de estas aves vuelve, gracias al trabajo de Colin Sawyer, quien creó una red de conservación de lechuzas con el objetivo de duplicar la población para 2020. Durante la primera década, su equipo se centró en la reconstrucción de hábitats, pero a mediados de la década de 90 se dieron cuenta de que eran los lugares de anidación de las lechuzas comunes que necesitaban ser demolidos o remodelados.
©Fideicomiso de Vida Silvestre de Kent.
Entonces, caja tras caja, muchos voluntarios trabajaron para traer estas preciosas aves de regreso al campo.
“Mi hermano construyó las primeras cajas hace 17 años como castigo por haber sido suspendido de la escuela. Papá construyó más durante un breve intento de jubilación y ahora tenemos ocho de estas voluminosas cajas anidadas en las ramas de roble alrededor de nuestra granja en Kent”, explica Lynne Flower, quien contó su historia a The Guardian.
Los hábitos nocturnos y el carácter tímido hacen que cada vez sea más difícil detectar lechuzas y por tanto es difícil calcular el tamaño de la población. Sin embargo, la presencia de las cajas puede ser de gran ayuda para controlar su presencia, al tiempo que proporciona un área agradable y segura para que las parejas críen a sus crías.
© Shutterstock / Vlada Cech
“Comenzamos un plan para crear nidos para lechuzas y colocarlos donde el hábitat fuera adecuado y donde pudieran verse. Desde entonces hemos puesto 28 cajas, muchos anidamientos han tenido éxito y ha habido muchos avistamientos. Hemos aprendido tanto”, cuentan en el blog oficial del Kent Wildlife Trust.
Todos los condados del Reino Unido ahora tienen a alguien a cargo de colocar las cajas para las lechuzas comunes. Este año, quizás también debido al confinamiento relacionado con el coronavirus, ha habido un verdadero boom. La reducción del ruido del tráfico puede haberles permitido cazar de manera más eficiente y es probable que se hayan matado menos pájaros en la carretera.
“Muchas lechuzas comunes mueren en el camino porque no miran, escuchan y miran al suelo”, dice Lynne.
A través de un ejército de voluntarios dedicados, las ambiciosas metas de Sawyer se han cumplido por completo: el número de lechuzas casi se ha triplicado. Hasta el 80% de las lechuzas comunes ahora anidan en cajas artificiales.
“Si todas esas cajas cayeran, probablemente veríamos la extinción. No conozco ninguna otra especie que dependa tanto de un componente de su hábitat, un nido, para su supervivencia, y todo lo hace la gente”, dice Sawyer.
Por una vez, con su ayuda, el hombre ha logrado asegurar la supervivencia de una especie.
Fuentes de referencia: The Guardian, Kent Wildlife Trust
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