Si el mundo pensara como dos niños sentados en la mesa de una cocina, ya no habría hambre en el mundo. Porque saben compartir de forma innata. Esto es lo que revela un experimento social de la asociación Acción Contra el Hambre
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Si el mundo pensara como dos niños sentados en la mesa de una cocina, ya no habría hambre en el mundo. ¿Por qué ellos? saben compartir de forma innata. Esto es lo que revela un experimento social de la asociación Acción contra el hambre.
20 niños emparejados en grupos están sentados frente a dos cursos cubiertos. Se les dice que esperen a que se levanten. Una mujer le dice que se ausentará durante 5 minutos para recoger a un fotógrafo que llega tarde. Cuando sale, pueden contar hasta 3 y descubrir qué hay debajo. Así llega la sorpresa: a un niño le dan un bocadillo, al otro el plato vacío.
Aquí sucede algo extraordinario, de lo cual los adultos realmente deberíamos aprender. Cada niño que recibió una merienda decide compartirlo con su vecino de mesa, incluso si nadie lo está viendo.
Su reacción nos recuerda cuán terrible es que aún hoy, en un mundo que produce más alimentos de los suficientes para alimentar a todos sus habitantes, 3,5 millones de niños siguen muriendo de hambre cada año. Alrededor de 66 millones de niños en edad escolar primaria van a la escuela con hambre en los países en desarrollo. A nivel mundial, el hambre mata a más personas cada año que el SIDA, la malaria y la tuberculosis combinados.
Debemos aprender de ellos… Y compartir.
Roberto Ragni
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