Los niños, a diferencia de los adultos, piensan que los animales de granja merecen el mismo trato que las mascotas

    Los niños, a diferencia de los adultos, piensan que los animales de granja merecen el mismo trato que las mascotas

    Un nuevo estudio ha demostrado cómo los niños difieren mucho de los adultos en sus puntos de vista morales sobre los animales: el llamado especismo, la jerarquía moral que valora a los diferentes animales de manera diferente, se aprendería durante la adolescencia.


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    Dos pesos y dos medidas, en la mesa como en la vida: el ser humano clasifica y categoriza a los animales, tratando a unos como si fueran niños y alimentándose de otros -sin darse cuenta de que hasta las vacas y las gallinas son seres sintientes y necesitados de cariño, ciertamente no de una vida innoble encerrada en granjas intensivas y una muerte dolorosa.


    Es el fenómeno del especismo -es decir crear una "jerarquía moral" de los seres vivos sobre la base de su pertenencia a una determinada especie. Esto lleva al cortocircuito según el cual cuidamos personalmente a algunos animales (por ejemplo perros y gatos), financiamos iniciativas para proteger la vida silvestre y animales en peligro de extinción (como pandas o tigres), pero aprobamos tácitamente el maltrato impuesto a otros ( ej., corderos y cerdos), ya que se clasifican como "alimento".

    Pero no solo: dependiendo de si un animal determinado se clasifica como "alimento" o no, nuestra percepción de su inteligencia y sensibilidad también cambia - a pesar de la evidencia científica que desmiente estos prejuicios. Por ejemplo, el perro y el cerdo son animales muy inteligentes, que no difieren en su capacidad de sufrimiento. Sin embargo, la mayoría de la gente trata a estos dos animales de manera muy diferente, percibiendo al cerdo como menos inteligente que el perro e indigno de afecto.

    Esta clasificación ciertamente es influenciado por la sociedad en la que vivimos, que acepta y tolera la barbarie que se comete en la ganadería intensiva a pesar de ser consciente del sufrimiento que se inflige a los animales: salvo raras excepciones, estamos acostumbrados desde muy pequeños a alimentarnos de carne, pescado, huevos, quesos, y seguimos hasta la edad adulta a beber leche por la mañana, incluso si el destete tuvo lugar hace décadas.

    Pero, ¿qué piensan de ello los niños, aquellos en quienes las convenciones y las costumbres aún no se han apoderado de manera irreparable? Un grupo de investigadores británicos intentó responder a la espinosa cuestión analizando el fenómeno del especismo en grupos de niños (9-11 años), jóvenes (18-21 años) y adultos (29-59 años).

    El resultado de la encuesta no sorprende: los niños muestran un bajo nivel de especismo y, en consecuencia, no muestran la propensión a clasificar a los animales de granja de manera diferente a las mascotas; además, declaran comer carnes y productos animales por convención o por invitación de sus padres.

    Aprendiendo de los adultos, los niños desde muy pequeños aprenden a utilizar las categorías sociales para comprender la realidad y dar nombre a los diferentes fenómenos que experimentan, identificando grupos (grandes y pequeños, masculinos y femeninos, etc.) pero también especies vegetales y animales

    A partir de los seis años, los niños son capaces de agrupar a los animales según su domesticidad (animales de granja, mascotas) y comienzan a interiorizar la información de que algunos animales pueden ser devorados por humanos (esta información suele estar ligada a prejuicios sobre el bajo nivel de inteligencia de animales destinados a acabar en nuestras mesas).

    (Lea también: Los animales experimentan estados emocionales similares a los humanos)

    Sin embargo, al mismo tiempo, los niños muestran preocupación por la salud de los animales y arrepentimiento por su maltrato - aunque sean animales ligados a la alimentación humana. A partir de los cinco años, los niños son capaces de emitir juicios morales sobre el maltrato a los animales, dando más valor a la vida de estos que a su propia supervivencia, resultante de la matanza de gallinas y cerdos.

    En este estudio, los investigadores analizaron la opinión sobre la matanza de animales para la alimentación que tienen los tres grupos de la muestra (niños, jóvenes, adultos), en relación con cuatro variables clave:

    1. Categorización de animales: la probabilidad de clasificar un animal de granja como alimento en lugar de como mascota;
    2. Especismo (medido en una escala estandarizada de especismo);
    3. Trato de los animales, es decir, cómo se debe tratar a los animales de granja en relación con las mascotas y otros humanos;
    4. Evaluación de alimentos, es decir, la elegibilidad moral para comer animales y productos animales.

    Si bien los niños pequeños afirman que los animales de granja y los humanos deben ser tratados por igual, lamentablemente se ha descubierto que esta creencia positiva se pierde progresivamente durante la adolescencia y finalmente desaparece por completo en la edad adulta. Por el contrario, el especismo asume un papel fundamental con el paso de la niñez a la adolescencia, perjudicando la ideología del futuro adulto.

    Sin embargo, es importante señalar que incluso los adultos involucrados en el estudio expresaron una opinión negativa con respecto al consumo de productos animales (mientras los comían): en particular, juzgaron el consumo de carne, correspondiente a la matanza real de animales, menos moralmente aceptable que el consumo de huevos o leche.

    La relación de los seres humanos con los animales está llena de dobles estándares éticos - explica lucas mcguire, autor del estudio. - Algunos animales son amados compañeros de casa, mientras que otros se mantienen en granjas industriales para obtener beneficios económicos. Los juicios parecen depender en gran medida de la especie del animal en cuestión: los perros son nuestros amigos, los cerdos son comida.

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    Fuente: Psicología Social y Ciencias de la Personalidad / Universidad de Exeter

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