Las langostas sufren cuando se sumergen aún vivas en agua hirviendo. No son los activistas por los derechos de los animales quienes lo dicen, sino los científicos Bob Elwood y Barry Magee de la Queen's School of Biological Sciences, quienes apelan a los chefs y trabajadores de la industria alimentaria y acuícola: "deberían reconsiderar la forma en que tratan a los mariscos vivos, como cangrejos, camarones y langostas”, se lee en una nota.
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Las langostas sufren cuando se sumergen aún vivas en agua hirviendo. No son los activistas por los derechos de los animales quienes lo dicen, sino los científicos Bob Elwood y Barry Magee de la Queen's School of Biological Sciences, quienes apelan a los chefs y trabajadores de la industria alimentaria y acuícola: "deberían reconsiderar la forma en que tratan a los crustáceos vivos, como cangrejos, camarones y langostas”, se lee en una nota.
Su estudio, publicado en el Journal of Experimental Sciences, es una prueba más de investigaciones anteriores, que mostraron cómo los camarones y los cangrejos ermitaños podían distinguir entre sensaciones placenteras y dolorosas. Los dos biólogos sometieron a los cangrejos comunes a pequeñas descargas eléctricas, demostrando cómo los crustáceos trataban de evitar el dolor.
“El experimento fue cuidadosamente diseñado para distinguir entre el dolor y un fenómeno conocido como reflejo nociceptivo. La función del dolor es ayudar a evitar la fuente del dolor en el futuro, mientras que la nocicepción es una respuesta automática que brinda protección inmediata, pero no una conciencia a largo plazo ni cambios de comportamiento”, dice el profesor Elwood.
Precisamente sobre este punto la comunidad científica ha debatido durante mucho tiempo. Si bien se acepta que la nocicepción existe en casi todos los animales, no ocurre lo mismo con la capacidad de sentir dolor. En particular, se trata de la experiencia de dolor de crustáceos que el debate siempre ha sido acalorado. Pero ahora este estudio muestra que ellos también son capaces de evitar descargas eléctricas, pincluso renunciando a su instinto de esconderse en las oscuras grietas de las rocas, donde los investigadores los sometieron al pequeño susto. “Noventa cangrejos fueron introducidos cada uno individualmente en un tanque con dos refugios oscuros -continúa el biólogo-. Después de haber elegido su refugio favorito entre los dos, algunos de los cangrejos fueron expuestos a una descarga eléctrica”.
Luego fueron trasladados y reintroducidos en el tanque tres veces: la mayoría nunca regresó al refugio que habían elegido originalmente. Los individuos que no habían recibido el choque, en cambio, continuaron utilizando su refugio favorito. "Después de experimentar dos rondas de temblores, los cangrejos han aprendido a evitar el refugio donde los recibieron. Estaban dispuestos a renunciar a su refugio para evitar la fuente de su dolor ", explica Elwood, y señala que su investigación requiere un examen de cómo se utilizan los crustáceos en las industrias alimentarias.
“Miles de millones de crustáceos son capturados o criados en acuicultura para la industria alimentaria. A diferencia de los mamíferos, los crustáceos no tienen proteccion, asumiendo que no pueden sentir dolor. Nuestra investigación sugiere lo contrario. Por lo tanto, - concluye el profesor - es necesaria una mayor consideración del tratamiento de estos animales “. Los activistas por los derechos de los animales no dicen eso. Esta vez lo dicen los científicos. La verdadera pregunta ahora es: ¿era realmente necesario encargar un estudio para establecer que un animal hervido vivo podría sufrir?
Fuentes: ScienceDaily / Journal of Experimental Sciences
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