Las 10 peores cosas que hacer con un hijo adolescente

    Las 10 peores cosas que hacer con un hijo adolescente

    Veamos junto a la psicóloga Alessia Bajoni del Centro Médico Santagostino cómo comportarnos con nuestros hijos adolescentes

    No guardes el aguacate así: es peligroso

    Ya no son niños, pero tampoco adultos. Quieren crecer, quieren más independencia pero al mismo tiempo todavía no están listos para despegar. Estamos hablando de adolescentes cuya agitación interna y externa implica a menudo dificultades también en la relación con sus padres.





    Quienes, ante tantos cambios y el surgimiento de un mundo emocional-instintivo más complejo, se encuentran desplazados y, en ocasiones, luchan por interactuar serenamente con ellos. Por otro lado, la adolescencia es así, una delicada etapa de transición que muchas veces involucra conflictos y discusiones. Pero desde el punto de vista de la crianza, ¿hay algún comportamiento que deba evitarse por completo? Alessia Bajoni, Jefa del servicio especializado de psicología y psicoterapia para adolescentes en Santagostino, nos responde explicando las 10 peores cosas que hacer con un hijo adolescente.

    1. Trata y ve a tu hijo como un niño, no aceptando el salto de la adolescencia con sus características específicas.  

    La adolescencia es una fase de transición entre 'no más y todavía no', es decir, entre el mundo de la infancia y el mundo de los adultos. Es una fase preparatoria para convertirse en 'mayores' en la que las transformaciones de esta fase (la del cuerpo, instintiva, relacional, comunicativa) del niño adolescente son centrales para conocer, construir y apropiarse de su propia identidad, distinta de aquella de los padres Pasar por esta fase y estos cambios puede ser muy agotador y desorientador tanto para el joven como para los padres. que ya no se encuentran en un patrón relacional y pulsional afectivo que les acompañaba hasta ese momento (infancia...) sino en otra 'dimensión' en la que priman las pulsiones de separarse y encontrar otros puntos de referencia distintos a los progenitores, dificultad en el manejo de un mundo interior emocional-instintivo más complejo, las relaciones con los compañeros que parecen ser centrales pero también críticas para sentirse 'adecuado y perteneciente'.

    En esta etapa les puede pasar a los padres de lucha por encontrar la 'distancia' correcta del niño, tambaleándose hacia los extremos: o lo controlan como si aún fuera un niño o desarrollan una especie de desapego y crítica como si 'ya no lo reconocieran'. Puede ocurrir que se desarrolle una especie de negación 'inconsciente' de la edad del niño y de los cambios que está experimentando., sobre todo cuando comienzan de manera sutil y no evidente (voz, cambios relacionados con la pubertad, relaciones con los compañeros), no ayudándolo a dar un salto, aún sustituyéndolo en decisiones importantes (escuela, deporte, tiempo libre, amistades). ...) pensando que aún no es capaz de elegir o adaptándose a una aparente pasividad decisoria del joven o simplemente con la intención de protegerlo de 'posibles errores'. En otras ocasiones, siendo consciente de los cambios que se producen o se avecinan, son los propios padres aferrados a una estructura familiar ya un estilo relacional que los ha caracterizado hasta ahora, luchando por procesar el 'duelo de la infancia'.



    Es fundamental que los propios padres reconozcan que tienen dificultades para afrontar esta delicada fase pero también tan central en la vida del hijo, tal vez pidiendo ayuda a especialistas (psicoterapeutas con habilidades específicas con adolescentes y padres de adolescentes).

    1. Controlar a su hijo adolescente, desarrollar miedo y angustia por la distancia que se necesita para separarse de sus padres.

    Durante la adolescencia, la búsqueda de nuevos estímulos, nuevos puntos de referencia puede llevar al joven a cambiar de lugar, de grupo, de conocidos: en estos movimientos puede parecer confuso, una especie de 'bola loca' en una máquina de pinball, despertando miedo y angustia. en los padres La entrada en la adolescencia trae consigo algunos fantasmas como el uso/abuso de alcohol y sustancias, la posibilidad con la pubertad ocurrida de acceder a una sexualidad adulta, la presencia de pensamientos diferentes y distracciones de los puntos de referencia como la escuela y la familia. Los padres ante la necesidad del joven de encontrar otros interlocutores comunicativos (amigos, chico/a...) empiezan a temer lo peor, a sacar conclusiones precipitadas a partir de pistas que observan o captan del propio niño: parece a sus ojos que la única manera de poder tener ciertas respuestas y conocer al 'nuevo hijo adolescente' es empezar a controlarlo, llegando incluso a 'violar' espacios privados como el celular, escuchar conversaciones, seguir él mientras sale con amigos.

    El camino del control, comprensible desde el punto de vista de los padres, en realidad puede conducir a una ruptura más profunda., es decir a una ruptura relacional y comunicativa entre padres e hijo con consecuencias aún más graves: el joven se aleja y siente la falta de confianza por parte de los padres en una fase delicada, confianza necesaria para dar el salto a la edad adulta con una importante 'red' de apoyo. Es fundamental en este momento repensar la 'confianza' como algo que no se da o se da como en la infancia pero como algo que se construye entre padre e hijo en esta fase con un diálogo más adulto, en el que podemos hablar de un mundo más complejo y peligroso al que se enfrenta el joven (mundo en el que hay sexo, drogas, alcohol, videojuegos…), tratando de entender el significado que pueden tener para él algunos comportamientos y al mismo tiempo transmitiéndole con el diálogo límites y peligros que el padre adulto ve y conoce. De esta forma, los miedos de los padres no se vuelven 'pesados ​​y controladores' sino que abren al diálogo y al enfrentamiento entre dos generaciones.



    1. No hablar en casa de los fracasos y pérdidas, empezando por los probados y experimentados por los propios padres, por temor a las consecuencias que puedan tener en el hijo adolescente

    Los jóvenes adolescentes de hoy en 2021 son niños nacidos en una cultura y sociedad occidental narcisista con 'fronteras fluidas', como diría Zygmunt Baumann. Es importante que los padres tengan en cuenta el contexto en el que sus hijos se convierten en adolescentes. La sociedad actual con el uso de internet, redes sociales, teléfonos móviles transmite un mensaje claro: la importancia de la apariencia externa, de cómo uno es más por fuera que por dentro, la centralidad de mostrarse 'hermosa, exitosa, con muchos contactos y gustos' pero sin prestar mucha atención a la calidad y profundidad de esas relaciones. La necesidad de 'viajar rápidamente en la web' sin la necesidad de viajes reales y compromisos relacionales hace que las relaciones sean fluidas y que la conciencia de las propias habilidades interpersonales sea vacía.

    En este contexto, los jóvenes adolescentes crecen sin experimentar pérdidas y fracasos en la vida real o virtual: un contacto se reemplaza de inmediato, el pensamiento de pérdida desaparece al deslizar el teléfono móvil y hacer mágico lo que puede hacer un 'dedo en la pantalla'. . Estos son a menudo los niños que realmente se quedan atrapados en la adolescencia, se retraen, desarrollan síntomas cuando ocurre una pérdida. (lo real de un miembro de la familia, la terminación de una relación...) y las emociones conectadas ya no pueden ser negadas y evitadas. Muchas veces cuando me encuentro con jóvenes así durante el proceso de consulta en el Servicio de Adolescentes de Santagostino, coordinado por mí, ayudo a los mismos padres a pensar e involucrarse en la relación con su hijo adolescente a partir de ellos, contando sus pérdidas (presentes o pasadas ), sus fracasos, grandes o pequeños, presentes y pasados, para hacer 'familiar' un mensaje paradójico o que 'es parte de la vida cometer errores' y que si no fallas, no aprendes a crecer .  Abiertos como padres a un diálogo con su hijo tomar en cuenta lo que uno realmente fue, sus aciertos y errores, significa aceptar no ser 'perfecto y omnipotente' como en la infancia, sino ser Personas en la relación con el hijo.

    1. Congelarse frente a los 'muros' comunicativos de los adolescentes, sin intentar establecer un diálogo y una comprensión de su mundo

    Algunos niños en esta etapa se atrincheran en su habitación, en su silencio, luchan por encontrar un canal de comunicación con sus padres por miedo a ser juzgados, por miedo a ser invadidos por los 'padres' en su espacio íntimo o simplemente porque no lo hacen. No sé. No es exactamente lo que están sintiendo o sintiendo. En algunos casos, como en hikikomori, la abstinencia puede convertirse en la respuesta 'patológica' al propio malestar como en el caso de los adolescentes que dejan de ir a la escuela y se encierran en su habitación, limitando claramente las salidas y las relaciones sociales, muchas veces con la misma familia les resulta difícil compartir una comida y un diálogo. Se cierran cuando el mundo real y emocional los bloquea y los aterroriza, provoca sentimientos tan profundos de insuficiencia que la única forma de tener relaciones es a través de una pantalla o un videojuego. En estos casos los padres quedan verdaderamente impotentes y fuera de su mundo: hay un muro comunicativo que excluye a todos, sin posibilidad de comprender lo que realmente puede sentir el joven o lo que puede pensar.

    Los padres tienden a estancarse, a darse por vencidos, a considerar la relación con el hijo como 'irrecuperable' ya que falta la clásica comparación padre-hijo. Es fundamental especialmente en casos de manifiesta retraimiento social del adolescente que tanto el joven como los padres busquen ayuda y apoyo de profesionales psicoterapeutas con experiencia en la adolescencia en un momento tan delicado y con riesgo de desarrollar cuadros depresivos importantes. Es el momento en que los padres no se dejan paralizar por el silencio, pero trata de acercarte con delicadeza al mundo que el joven está viviendo y experimentando (el mundo de los videojuegos, el mundo virtual...), dando voz a las emociones que siente y siente empáticamente (sensaciones de inferioridad, sensaciones de inadecuación) , esperando pacientemente una respuesta del hijo, que puede tardar en llegar, sin dejar que prevalezcan los juicios precipitados ('¡es un holgazán! ¡no quiere hacer nada!'...) que no tienen en cuenta una sufrimiento más profundo y silencioso del joven.

    1. No establezca límites que se discutan y compartan con el joven

    Los padres de adolescentes muchas veces se encuentran ante el comportamiento rebelde y transgresor de sus hijos, necesitados de cada vez mayores espacios de autonomía, al establecer reglas restrictivas y rígidas con el objetivo de devolver el 'orden y la normalidad' al hogar. En la adolescencia es importante que existan límites en el hogar que regulen las salidas, los horarios y los comportamientos. Sin embargo, estas reglas y límites deben ser pensados ​​y discutidos con el joven en la fase adolescente, en función de su persona, comportamiento y hábitos: de hecho, no tiene mucho sentido establecer reglas restrictivas a la hora de salir si, por ejemplo, el niño tiene especial dificultad para ocupar espacio fuera de casa o límites importantes en el uso de videojuegos y teléfonos móviles si para el niño se convierte en la única herramienta relacional que puede conservar.

    Es esencial que los límites sean claros, pero pensados ​​y discutidos con el niño de tal manera que comprenda las necesidades importantes del niño en ese momento. (por ejemplo en el caso de una primera relación sentimental, quizás se pueda replantear la importancia de las salidas...), calibradas en su persona y que por tanto no se viven como 'reglas impuestas' desde fuera sino como oportunidades para empezar a asumir responsabilidades y comprender los riesgos y las consecuencias de determinados comportamientos (por ejemplo: el joven que obtiene el permiso de conducir y debe aprender los riesgos asociados a la conducción impulsiva…). De esta manera el límite externo puede convertirse en un importante límite interno, fundamental para hacer crecer y madurar la conciencia y el conocimiento.

    1. No captar signos de sufrimiento, subestimar o menospreciar palabras y gestos que el joven puede utilizar para comunicar a la familia que no se encuentra bien

    La adolescencia es la fase de la vida en la que el cuerpo se convierte en protagonista, expresión de profundas transformaciones y de una vida instintiva que madura precisamente en estos años. Por lo tanto, es 'normal' y común que un adolescente se sienta inicialmente incómodo con un cuerpo que ya no es infantil, que necesita apropiarse de su propio cuerpo también a través de 'experimentos': cambiando la mirada externa y la pertenencia que expresa el cuerpo ( color de pelo, color de ropa…), modificando la dieta en busca de adelgazar o viceversa un aumento de masa muscular, practicando deportes intensos para mejorar el rendimiento y la fisicalidad. Hay tantos ejemplos posibles. La adolescencia es verdaderamente el último campo de entrenamiento para la identidad.: es arrojado, destruido y reconstruido por el joven para encontrar el suyo propio. En esta tendencia fluctuante e impulsiva, los padres pueden subestimar las señales que el hijo adolescente comienza a dar: los padres ven las señales y las leen como 'otro comportamiento impulsivo y sin sentido' de un 'adolescente', de hecho.

    Restricciones dietéticas excesivas., escapes inexplicables del baño, uso de sudaderas y suéteres que cubren demasiado las manos y los brazos, declaraciones fuertes como '¡mi vida es una mierda! Me voy de aquí', juergas nocturnas, encierros en casa y en tu cuarto. Estas señales no deben subestimarse precisamente por la etapa de la vida por la que atraviesa el niño. El cerebro de un adolescente aún no ha alcanzado la madurez de las áreas frontal y prefrontal, que se desarrollan completamente solo hacia los treinta años: estas áreas rigen las habilidades de juicio y control de impulsos, saber esperar y tener paciencia. La impulsividad y la velocidad en el paso del pensamiento a la acción son la característica específica del funcionamiento del cerebro adolescente y hacen de cualquier síntoma una posible señal de alarma de un problema más importante y grave, que puede empeorar repentinamente como en los cuadros de un trastorno alimentario (anorexia). , bulimia), actos suicidas, autolesiones.

    1. No busque la ayuda de profesionales adolescentes experimentados para recibir apoyo como padres en un momento que puede ser muy difícil de manejar.

    Lidiar con la adolescencia de su hijo puede realmente poner a prueba a una pareja de padres que se encuentran, como ya se explicó en los puntos anteriores, teniendo que procesar el duelo de la infancia (del hijo-hijo y de la relación padre-hijo-hijo); buscar la distancia justa con el niño, en un momento en que el joven necesita separarse de sus padres, sabiendo que están cerca; adentrarse en el nuevo mundo de experiencias, pensamientos y emociones que vive el adolescente; establecer nuevos límites, discutidos y pensados ​​con el niño. Es fundamental que los padres se reencuentren como personas con una historia propia y una adolescencia vivida, pasada y superada para reinventarse en la relación con el hijo adolescente: recordar y narrar la adolescencia a un hijo es muchas veces fuente de asombro y de oportunidad de volver a conocerse bajo nuevas formas. ¡Los niños miran a sus padres y se sorprenden de que ellos también fueran pequeños! ¡Que ellos hayan hecho mal, hayan fallado y se hayan metido en problemas también! Recorrer este camino puede resultar realmente difícil para algunos padres y pedir ayuda a profesionales psicoterapeutas, expertos en adolescencia (como el Servicio Especializado de Psicología y Psicoterapia de Santagostino) es fundamental para estar apoyados y acompañados en un camino tan importante tanto para ellos como para el hijo. . Esconderse detrás de la negación de una dificultad o de una posición parental omnipotente puede empeorar la dinámica relacional familiar y los problemas psicológicos del joven.

    1. Criticar o prohibir el uso de videojuegos, tabletas, teléfonos móviles, culpando a estas 'herramientas' de las dificultades de relación o escolares de su hijo

    Los adolescentes de hoy son 'nativos digitales', nacieron viviendo la web, los teléfonos móviles, las tabletas como 'objetos familiares' y crecieron usándolos, acostumbrados a buscar información en la web, a jugar un video, a crear amistades en línea. El tiempo que los jóvenes dedican al uso de PC y teléfonos móviles es realmente notable y ciertamente ha aumentado tras las restricciones inducidas por la pandemia.

    A los padres les asusta el tiempo prolongado que los adolescentes pasan frente a una pantalla y las limitaciones que tienen otras actividades (deportes, salir con amigos...) sufren como consecuencia. Culpar al tiempo que cada niño dedica a las actividades virtuales en la adolescencia sería un error que no permitiría a los adultos captar las importantes dimensiones psicológicas, cognitivas y relacionales, que el joven utiliza en la 'red', convirtiéndola en una real' gimnasio 'de uno mismo y el potencial de uno. Es importante que los padres construyan un diálogo con sus hijos adolescentes en el que traten de comprender el significado y la importancia de sus inversiones de tiempo y pensamiento, para comprender qué partes de sí mismos ponen en juego y ayudarlos a desarrollar incluso el pensamiento crítico. .en comparación con lo que ven y miran. Este diálogo nos permite compartir y pensar juntos sobre los límites de tiempo a dedicar a este tipo de actividad.

    1. Vivir la 'rebeldía' adolescente como un atentado contra uno mismo como padre y no como una afirmación y búsqueda de la identidad del hijo

    Durante la adolescencia, es común que los hijos adolescentes necesiten 'rebelarse' contra sus padres, distanciarnos de ellos, 'probarlos' interpelándolos y confrontándolos con sus propias limitaciones y defectos. Los padres pueden experimentar estos comportamientos rebeldes como un verdadero ataque a sí mismos, como una 'falta de respeto' y una muestra de 'indiferencia' hacia el hogar y las autoridades paternas. El joven está en realidad asumiendo una separación de sus padres, ciertamente en algunos momentos agotadores y conflictivos: se mide a sí mismo distanciándose de ellos, distinguiendo el carácter y los aspectos conductuales de sus padres que quiere hacer suyos o de los cuales quiere alejarse De hecho, está construyendo su propia identidad. Volverse rígido como padre o pedir volver a un patrón de 'Yo soy el padre y tú debes obedecer' sería negar la fase única y crucial por la que está pasando el niño y, de hecho, retroceder a una fase infantil anterior. .

    10. mitrata de preguntarle a tu hijo el sentido y significado de mundos que a veces parecen lejanos e incomprensibles para los padres (cosplay, LGBQ, disforia de género…)

    El mundo de los adolescentes de hoy está lleno de nuevos términos que identifican formas de expresarse, de sus emociones, de su sexualidad y de su identidad que hasta hace unos años no eran o no eran 'nombradas'. Algunos ejemplos son cosplay (hacerse pasar por personajes, asumiendo su apariencia y vestimenta, de algunos dibujos animados, en particular manga), disforia de género, no binaria (todos los términos para identificar la percepción de la propia identidad distinta del sexo y el malestar asociado), LGBTQ (acrónimo para indicar todo el mundo homosexual, lésbico, transexual y queer, es decir, personas que no se sienten representadas bajo la etiqueta de mujer/hombre heterosexual).

    Estos términos les parecen a los padres a veces incomprensibles hasta el punto de desarrollar una especie de rechazo a hablar de ellos abiertamente con el niño o cuando el niño es capaz de abrirse a temas tan íntimos y profundos. El consejo es que dejes que tus hijos adolescentes te guíen a estos mundos., en comprender qué significa, cómo funcionan, cómo viven en primera persona la pertenencia a un grupo o la vivencia de un aspecto concreto de sí mismos. La apertura y la confianza permiten que el joven no se sienta 'estigmatizado' en casa sino comprendido y apoyado como persona y permite a los padres 'integrarse' en el mundo actual del que de otro modo se sentirían excluidos.

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