Ser joven y querer cambiar el mundo, hacerlo un lugar mejor: este es el espíritu que impulsó a una chica brasileña de diecisiete años, Sayuri Magnabosco, a desarrollar una alternativa biodegradable a los envases de poliestireno, que está muy extendido en los estantes de supermercados de todo el mundo pero que también se encuentran entre las principales causas de la contaminación de los océanos y de la mortalidad de la fauna marina.
No guardes el aguacate así: es peligroso
Ser joven y querer cambiar el mundo, hacerlo un lugar mejor: este es el espíritu que empujó a una chica brasileña de diecisiete años, Sayuri Magnabosco, desarrollar una alternativa biodegradable a los envases de poliestireno, que están muy extendidos en las estanterías de los supermercados de todo el mundo pero que también son entre las principales causas de la contaminación de los océanos y la mortalidad de la fauna marina.
Aunque se encuentra entre los materiales más utilizados en la producción de bandejas con las que se envasan alimentos como carnes, frutas y verduras, el poliestireno o poliestireno es altamente contaminante, ya que no se degrada, contaminando el medio ambiente por un período muy prolongado, lo que puede variar de 100 a 300 años.
Después de reflexionar sobre el problema, Sayuri Magnabosco, un jovencísimo estudiante de Curitiba, tuvo la brillante idea de sustituir envases de este material por bandejas a base de bagazo, un residuo de la elaboración de la caña de azúcar, constituido por la parte fibrosa y la corteza de la caña.
En tan solo un año, gracias al apoyo de su madre y de sus profesores, Sayuri pudo demostrar que su idea sí se podía realizar y, utilizando precisamente la bagazo, Obtener algo bandejas biodegradables, completamente similares a los de poliestireno pero, a diferencia de ellos, no tóxicos y ecosostenibles. Una vez desechadas, de hecho, las bandejas de Sayuri se degradan en pocas semanas y, al ser comestibles, no dañan a los animales que las ingieren.
Las primeras bandejas se hacían en casa, de manera amateur pero ingeniosa, separando el bagazo del barril con un extractor de jugo común, luego mezclándolo con harina de trigo y agua y finalmente dándole a la pasta la forma deseada. Las piezas se dejaron secar en el horno hasta alcanzar la consistencia adecuada.
Ahora el objetivo de Sayuri es hacer replicable su proyecto a mayor escala, tratando de sentar las bases para la producción industrial de envases de bagazo. Mientras tanto, la niña también está trabajando en hacer un horno solar, para que el proceso de producción de las bandejas sea aún más sostenible.
En los últimos dos años, su idea ha dado la vuelta al mundo, poniéndola en el punto de mira y llevándola a conquistar incluso algunos prestigiosos premios: en 2014 ganó el primer premio en la III edición del Feria de Innovación en Ciencias e Ingeniería (FIciencias), certamen latinoamericano, mientras que en 2015 quedó entre los finalistas del llamado Olimpiadas de genios, que se celebran en Nueva York.
Reconocimientos que premian no solo la creatividad y el ingenio, sino también el tesón con el que Sayuri ha llevado a cabo su idea, hasta convertirla en realidad.
Lisa Vagnozzi
Créditos de las fotos
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