Luego de décadas de encarcelamiento y un viaje desde Argentina a Brasil, la elefanta Mara recuperó su libertad durante la pandemia.
Está a punto de acabar atropellado, su madre lo salvaLuego de décadas de encarcelamiento y un viaje desde Argentina a Brasil, la elefanta Mara recuperó su libertad, justo durante la pandemia. Mara tiene 50 años y ha pasado las últimas dos décadas y media de su vida en un recinto polvoriento de un zoológico en el barrio de Palermo del centro de Buenos Aires.
Un recinto construido en 1904 y que se asemeja a un templo hindú elegante en Mumbai y demasiado concurrido. Mara se había visto obligada a compartir el pequeño espacio con otros dos paquidermos con los que ni siquiera se llevaba bien.
Entonces la elefanta sufría de soledad y ni siquiera tenía la oportunidad de salir a caminar para digerir adecuadamente y mantener sus patas sanas. Gente así empezó a protestar que había que hacer algo, no solo por Mara, sino por todos los animales, unos 2500 en todo el zoológico. Un grupo de protesta, SinZoo, después de numerosas protestas había lanzado una petición para liberar a los presos y con el cambio de dueño, el zoológico se ha convertido en un parque ecológico, sin más animales en exhibición, pero solo con los nativos de la zona. .
Muchos fueron trasladados a santuarios y reservas. Mara, que siempre había mostrado intolerancia al entrenamiento duro, llegando incluso a matar al entrenador por exasperación, es uno de los más de 800 animales que ahora tienen una nueva vida. El comité planeó reubicarla en Elephant Sanctuary Brazil, un complejo recientemente establecido en el estado de Mato Grosso. Pero mover un elefante a través de fronteras internacionales y en medio de la pandemia no fue fácil.
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En el caso de Mara, obtener los permisos también significó probar dónde nació y dónde vivía antes del zoológico en 1995. Luego, fue confiscada por un circo, Circo Rodas, por malos tratos, incluso antes de eso estuvo en un campo de trabajos forzados en India. La frontera entre Argentina y Brasil llevaba casi dos meses cerrada debido a la pandemia de coronavirus cuando, a principios de mayo, un convoy inusual se acercó al puesto de control de Puerto Iguazú. Eran 15 personas, entre ellas una grúa y un camión grande en el que viajaba Mara.
Control de temperatura, documentos, horarios y horas de espera, desinfección. Para Mara, el sueño de la libertad se desvanecía. Pero al final, a cuatro de los hombres se les permitió cruzar la frontera con ella y hacer el viaje final al santuario. Pero había una barrera final: trasladar al elefante exhausto a otro camión capaz de abordar los últimos kilómetros de camino lleno de baches, y finalmente Mara pudo tocar el césped.
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“Valió la pena cuando ves a ese animal que ha pasado la mayor parte de su vida de forma antinatural, conectando con su esencia y encontrándose a sí mismo. A ella le llevó mucho tiempo”, explica Tomás Sciolla, responsable de vida silvestre y conservación.
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Hoy, Mara pisotea la hierba y se ha unido a otra elefanta asiática llamada Rana. Su conexión fue tan instantánea e intensa que algunas personas presentes se preguntaron si se habían conocido en la infancia. Así que fuera de la caja y fuera del circo, este hermoso elefante está disfrutando de la libertad.
Fuente: New York Times
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