La analogía del tren que cambiará la forma en que ves llorar a tu bebé

La analogía del tren que cambiará la forma en que ves llorar a tu bebé

La analogía del tren nos habla de nuestras emociones, cómo las manejamos y las atravesamos. Los adultos muchas veces tratamos de evitarlos, de mitigarlos si es enfado o miedo y tendemos a enseñarles lo mismo a nuestros hijos. Por otro lado, sería importante aprender desde una edad temprana a atravesar sus propios túneles emocionales y así fortalecerse.



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Lanalogía del tren nos habla de nuestras emociones, de cómo las tratamos y las atravesamos. Los adultos muchas veces tratamos de evitarlos, de mitigarlos si es enfado o miedo y tendemos a enseñarles lo mismo a nuestros hijos. Sería importante, en cambio, aprender de los anuncios de la infancia. atraviesa tus propios túneles emocionales haciéndose así más fuerte.



Emociones: bonitas, repentinas pero en algunos casos también dolorosas y difíciles de gestionar, sobre todo para los más pequeños. Pero, ¿qué tiene que ver un tren cuando hablamos de emociones negativas como la ira, el miedo, la desesperación, la frustración, etc.? Su viaje entre la oscuridad y la luz es una bella metáfora que nos hace comprender la importancia de seguir nuestro camino emocional, afrontarlo con valentía y animar a los niños a hacer lo mismo, ofreciéndoles todo el apoyo necesario.

La analogía del tren

Imagina un tren que recorre su ruta sobre las vías y en algún momento tiene que pasar por un túnel largo y oscuro. ¿Lo hará con valentía o lo evitará deteniéndose o cambiando de rumbo por miedo a lo que pueda haber dentro y a que no haya luz? El tren no tiene otra opción, debe atravesarlo, pero la forma en que afrontes este difícil momento puede marcar la diferencia.

El miedo, la ira, la pérdida, tantas emociones diferentes pueden representar para nosotros ese túnel oscuro que nos pone en crisis. Básicamente, los sentimientos difíciles son muchos túneles y nosotros y nuestros hijos somos los trenes que tienen que atravesarlos.

Mientras los paseamos, para tranquilizarnos podemos pensar que al final de la oscuridad hay una luz muy cómoda pero obviamente esto es más fácil decirlo que hacerlo y en algunos casos tenemos el mismo miedo y los evitamos en la medida de lo posible o nos apresuramos a recorrerlos o aún cerramos los ojos y pretendemos estar en otra parte.

Todo esto obviamente también les pasa a los pequeños que la mayor parte del tiempo lloran para expresar sus emociones. El problema es que los padres a menudo intentan interceptar a sus hijos en su viaje a través de estos túneles emocionales. Si vemos a nuestros hijos luchando y sintiéndose mal como tristes, temerosos o enojados, tratamos de aliviar su sufrimiento, pero no siempre lo hacemos bien.



Tratamos de preservarlos de emociones negativas dar ayuda concreta, pero esto puede no ser una buena idea cuando los pequeños están luchando con un sentimiento difícil (tristeza, ira, miedo, vergüenza, soledad, culpa). Les explicamos que están exagerando y les aseguramos que ya sabemos que al final todo saldrá bien.

Pero, ¿realmente lo estamos ayudando? De momento probablemente sí pero a la larga los alejamos de sus emociones y podemos encontrar por ejemplo que esta forma de actuar en realidad nos tranquiliza más y nos alivia del malestar de verlos asustados, tristes o enojados.

Muchas veces, si nos fijamos bien, somos los padres los que queremos que el llanto de los bebés pare lo antes posible, no ellos.

Ir a través del túnel

En muchos casos, obligados a atravesar el túnel de nuestras emociones, para no pensar demasiado y asegurándonos de distraernos en la parte más difícil del camino, hacemos algo completamente diferente: comemos, bebemos, leemos, vemos la televisión, etc.

Pero ninguna de estas cosas nos permite salir del túnel. Solo cuando nos entregamos a nuestras emociones gritando, llorando y "sintiendo" lo que estamos sintiendo, de repente tenemos la oportunidad de mejorar.

Lo mismo ocurre con nuestros hijos. No podemos enseñarles que existe una salida secreta cuando en realidad no existe. No hay salida a las propias emociones sino a través de ellas y nuestra tarea es precisamente guiarlas por este camino.

Entonces, ¿qué podemos hacer concretamente en tiempos de crisis? Siéntate a su lado, toma su mano, acarícialo y abrázalo. En definitiva, mantente cerca de él y apóyalo con delicadeza, sin apurarte, sin intentar solucionar el problema, sin buscar paliativos ni intentar menospreciar lo que siente. De esta forma, de hecho, pasaría el mensaje de que el dolor o el malestar que sienten no está justificado y que es posible que ni siquiera se tomen en serio sus emociones.



En cambio, es exactamente lo contrario, el las emociones hay que vivirlas y sentirlas y los niños deben tener la oportunidad de atravesar sus propios túneles emocionales para no quedar atrapados en ellos, aprendiendo a salir solos aunque siempre “acompañados” y apoyados por sus padres.

Una vez fuera del túnel y con la cabeza fría, también será más fácil encontrar soluciones al problema que ha surgido y que ha desencadenado el torbellino de emociones.

Así que... la próxima vez que su hijo esté profundamente frustrado, enojado o molesto, recuerde la analogía del tren y déle la oportunidad de superar sus emociones lo mejor que pueda.

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