El perdón es la única forma de volver a ser libre.

    La ira, la frustración, el resentimiento son venenos que a la larga pueden causar también enfermedades. La estrategia del perdón.

    No guardes el aguacate así: es peligroso

    La ira, más viva y rugiente, así como el resentimiento (más profundo y más sutil) son sentimientos que pueden arruinar nuestra vida de muchas formas: magullados de rabia, hígado podrido, inc... Los avatares negros son imágenes parlantes.





    La ira puede surgir del dolor y de una sensación de agobio sufrido y se acompaña de frustración cuando no se ha podido responder de una manera adecuada para nosotros, suficiente: en un sentido constructivo, tienen la tarea de inducir una respuesta, no dejar caer el hecho en el olvido, convirtiendo el acontecimiento en aprendizaje. Si persisten más allá de un tiempo "fisiológico" de "digestión" y procesamiento, dar y dar y dar, estas imágenes se encarnan, se convierten en resentimiento sordo: una característica energética no sólo transitoria sino estable que sitúa nuestro cuerpo, nuestros órganos en una situación de debilidad. Esto también puede tener un impacto, de una manera más integral, en el bienestar general y luego puede tomar la forma de una enfermedad. Pero no solo eso: contamina nuestra predisposición a la vida, afecta la confianza en las relaciones. Se convierte en nuestro "fondo".

    El rencor es, sin duda, nuestro peor enemigo: es como tomar una dosis de veneno todos los días para hacer morir a otra persona. De hecho, no es una opción estratégicamente efectiva.

    “Cuando odiamos a una persona - según el maestro espiritual Marco Mikhael Aivanhov - estamos unidos a ella por un lazo emocional más fuerte que el acero. La persona odiada se convierte gradualmente en nuestro amo; viene a la mente día y noche; nos quita el sueño y la serenidad y nos priva de la alegría de vivir”.

    ¿Asi que? “El perdón es la única forma de romper ese vínculo y volver a ser libre”. Dicho así parece sencillo, y en realidad lo es y no lo es a la vez.

    Desde un punto de vista espiritual, quien nos ha lastimado de alguna manera nos ha hecho un regalo (incómodo), mostrándonos nuestras vulnerabilidades, nuestra ingenuidad, nuestro olvido. Es una suerte de “revelación” que podemos atesorar, para cuidar esa parte, para fortalecerla, para aprender nuevas estrategias que nos permitan hacer, ver, conocer de una forma diferente y más consciente en la vida.



    Desde un punto de vista psicológico, perdonar no es fácil si nuestro ego y nuestro orgullo son aliados y no quieren desistir, por tercos que sean, lejos de dialogar con la sabiduría del corazón. Pero - incluso sólo desde un punto de vista estratégico - perdonar es la mejor y más eficaz estrategia egoísta: porque quien se beneficia de él, en primer lugar, es quien lo pone en acción. En otras palabras, perdonar o -mejor- soltar el dolor y no apegarse al recuerdo de los hechos; dejar un evento del pasado en un segundo plano y volver a vivir el presente es un acto de empoderamiento que libera energías y las pone a disposición para nuevas habilidades. Eso nos hace ir libres.

    El perdón es la única forma de volver a ser libre.

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    Para que esto suceda, es importante que el perdón sea sincero y auténtico. No hace falta decir que esto no quita las posibles responsabilidades de la persona y la posible condena del gesto: se trata, sin embargo, de ampliar nuestra mirada, buscando la enseñanza que nos trae cada experiencia. Dejar que las heridas cicatricen y se conviertan en fortalezas. No es casualidad que la raíz griega de la palabra "perdón" signifique "cambiar". Para regalo. Para vivir mejor el presente y construir un nuevo futuro.



    Ana María Cebrelli

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