El maravilloso arte del perdón.

    Tenemos que reconocer esto: cuando se trata de perdonar, las mujeres lo hacen mejor que los hombres. Está claro que no se trata de un sesgo de género sino de una evidencia científica: numerosos estudios realizados tanto en muestras de adultos jóvenes como en sujetos de edad más “madura” han demostrado que los hombres tienen más dificultades para excusar a quienes les han hecho una injusticia.



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    Tenemos que reconocer esto: cuando se trata de perdonar, las mujeres lo hacen mejor que los hombres. Está claro que no se trata de un sesgo de género sino de una evidencia científica: numerosos estudios realizados tanto en muestras de adultos jóvenes como en sujetos de una edad más "madura" han demostrado cómo a los hombres les resulta más difícil disculpar a quienes los han agraviado.



    Pero cuando, de alguna manera, entienden que ellos también habrían sido capaces de las mismas acciones, se activa cierta empatía y, en consecuencia, esos comportamientos se vuelven menos graves y más fáciles de perdonar.

    Sean hombres o mujeres, Aprender a perdonar es fundamental: para todo el mundo. No sólo porque la clemencia, la benevolencia y la tolerancia hacia los demás predisponen a estados mentales personales positivos, evitan depresiones, apegos inútiles al pasado con un tren de resentimiento y "dolor de estómago" que le siguen (la ira siempre tiene claras repercusiones también a nivel somático) sino algo indiferente: considerar el perdón como algo hecho como un regalo.

    "Perdonar es, en su significado esencial, el puro acto de dar. perdonar Sin más fines, sin ninguna lógica de oportunidad o conveniencia u otro deseo que no sea la liberación que genera el dar de esta manera”: advierte Daniel Lumera.

    Detrás de esta lectura del perdón se abre un mundo que nos susurra que toda experiencia no es casual y que toda pesadez (dada por el tipo, modalidad, contenido de la conducta que nos ha lastimado) sí, determina el tiempo necesario para la “digestión”. pero luego, al final, si todos los elementos se metabolizan, todavía se vuelve nutritivo y útil.

    Con esta conciencia, perdonar se convierte en el camino a seguir, dejar ir el pasado; nos permite no quedarnos congelados en un tiempo que de alguna manera ha sido co-construido, al mismo tiempo que atesoramos las lecciones aprendidas.

    El maravilloso arte del perdón.

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    En su libro "El arte del perdón", Everett Worthington lista cinco pasos para conciliar con los que nos han ofendido y sanar así nuestras heridas interiores:



    1. la primera es tomar - conscientemente - la decisión de perdonar
    2. en el segundo paso habrá que recordar con la memoria el acto que nos ofendió (y la eficacia será mayor si también somos capaces de entrar en el "resentido" de ese momento)
    3. con esta premisa se podrá -tercera fase- iniciar una comunicación empática con aquellos que nos han hecho daño (lo importante es poder quedarse en los hechos que han pasado y en las propias emociones, en lo que los hechos han determinado, sin juzgar ni condenar al otro)
    4. cuarto paso - comprometerse con el perdón
    5. la última etapa es mantener la fe con compromiso tomado consigo mismo y con el otro (en realidad, quien logra "entrar" bien en cada uno de los cuatro primeros pasos construye y realiza, en consecuencia y naturalmente también el quinto).

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    Segundo Lumera la capacidad de saber dar comienza con el coraje de hacer tres promesas: hacerse cargo de la propia vida; estar disponible para el cambio; tener el coraje de atreverse, eligiendo los propios talentos y la vida que se siente bien por sí mismo.


    Vale la pena porque si es cierto que el perdón no cambia el pasado, lo cierto es que -como recuerda un conocido aforismo de Paul Boese- ensancha nuestro futuro. Un bonito regalo.

    Ana María Cebrelli

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