El deseo de jardinear en tiempos difíciles tiene raíces profundas y lejanas

    El deseo de jardinear en tiempos difíciles tiene raíces profundas y lejanas

    El deseo y la necesidad de cultivar un huerto en tiempos difíciles como este en realidad tiene raíces profundas y lejanas.

    Está a punto de acabar atropellado, su madre lo salva

    Si algo ha esparcido la pandemia del coronavirus por el mundo son unas ganas irreprimibles de jardinería. Baste decir que en los primeros días del confinamiento, los vendedores de semillas reportaron una demanda sin precedentes, según informó The Guardian. Y no hablamos sólo de la huerta, que podría explicarse por el miedo al hambre, sino de la jardinería en general.





    Según escribió Jennifer Wren Atkinson de la Universidad de Washington, autora del libro “Gardenland”, en un artículo publicado en “The Conversation”, este deseo podría revelar otro tipo de hambre, la del contacto físico, de redescubrimiento de la naturaleza, de expresión creativa, de pertenencia y conexión.

    El coronavirus nos ha catapultado a una era de desapego y la jardinería parece compensar esa lejanía, como un antídoto capaz de ponernos en contacto con algo real. Porque sí, las reuniones en la web nos ayudan a conectarnos pero siguen siendo virtuales, sin olores, sin posibilidad de tocarnos, sin la presencia física de los demás.

    La jardinería, en cambio, es inmersiva, estimula todos los sentidos, nos da la posibilidad de utilizar el cuerpo en 360 grados. Y nos recuerda que no todo se puede hacer a través de una pantalla, subrayando la importancia de la realidad no virtual. Porque un tutorial en la web no es suficiente para aprender a cultivar plantas, como señaló el famoso paisajista británico Russell Page, necesariamente hay que tener experiencia directa para conocerlas realmente.

    Pero en realidad la soledad, acompañada de un sentimiento de vacío interior, solo fue exacerbada por la pandemia, ya existía y la proliferación de Internet es una de las varias causas. Otra es sin duda, en opinión de Jennifer, la desconexión con la naturaleza, ligada entre otras cosas a estilos de vida que han contribuido a su devastación. Es por eso que cada vez más personas están comenzando a cambiar de rumbo, interesándose por los temas verdes, animando a los animales, cambiando hábitos en nombre de una vida más sostenible.

    Y la historia reafirma esta nostalgia por los jardines, incluso en tiempos insospechados: como cuando los americanos, que antes de la industrialización eran mayoritariamente agricultores, al trasladarse a la ciudad para trabajar en fábricas y oficinas, sintieron la necesidad de cultivar pequeños huertos y huertos domésticos, tal vez nostálgicos de la vida agrícola del pasado.



    Como cuando los afroamericanos, según cuenta Alice Walker en su ensayo "En busca de los jardines de nuestras madres", después de haber terminado días brutales en el campo, aún encontraban tiempo para dedicarse a la jardinería, percibiéndola no como un trabajo trivial sino como un acto de auténtica expresión artística. Las mujeres negras, en particular, encontraron su propia “imagen personal de belleza”, dice Walker en ese pasatiempo.

    En definitiva, la jardinería parece revelar, según Atkinson, una necesidad ancestral de contacto con la naturaleza, una vuelta a los orígenes, una necesidad de realidad fuera de la pantalla. Una realidad que, independientemente de nosotros, continúa de todos modos.


    FONTE: La conversación


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