¡Deja de sufrir, mereces ser feliz!

    Detrás de cada sufrimiento, de cada dificultad, hay una meta evolutiva. Acogerlo nos permite vivir cada situación de manera más consciente, atesorándolo.

    No guardes el aguacate así: es peligroso

    Que levanten la mano los que les gusta sufrir, luchar, empeñarse en un esfuerzo que tiende a exasperar, aunque sea metafóricamente, cada uno de los músculos de nuestro ser. Ya. Es normal. Sin embargo, el sufrimiento y la dificultad son una parte integral y esencial de nuestra vida: no deben ser buscados, obviamente perseguidos, sino que deben ser bienvenidos, cuando y si surgen.





    Cuantas veces nos hemos dicho: "¡Deja de sufrir, no lo merezco!¿O nos susurraron, para consolarnos o animarnos, que merecemos ser felices? Por extraño que parezca en una sociedad mayoritariamente hedonista, que sitúa el placer y la belleza artificial en el centro de la vida, el éxito como metáfora del valor personal, la salud "normalmente entendida" como condición indispensable para una vida digna de ser vivida, el sufrimiento y las privaciones son no castigos. No soy un "mala suerte".

    Son difíciles, eso seguro. Pero - a nivel del Yo y más si lo miramos desde un punto de vista espiritual - todas, todas las situaciones "fatigantes" representan una oportunidad evolutiva: la adecuada, en ese momento, para esa persona.

    Quién sabe: en otros mundos, en otros tiempos puede ser que las cosas sean o hayan sido diferentes pero aquí, en la Tierra, crecemos y mejoramos (también) siempre gracias a un esfuerzo, a un compromiso activo. La vida es así: solo mira a tu alrededor. La pequeña raíz que sale de la semilla debe empujar contra el tegumento para empezar a vivir, de verdad, y convertirse en planta y luego enfrentar todos los desafíos que el entorno le pondrá delante y alrededor. Para el niño, juntar los dientes es cuanto menos molesto pero es una etapa fundamental, que debe afrontar, y que le permitirá acceder a nuevas experiencias.

    Cierto, hay metas que se pueden alcanzar fácilmente, sin ponerles “nada especial”: pero, si lo pensamos bien, ¿son las que más satisfacción nos dan (aparte de la algo pomposa y narcisista)? En realidad, el verdadero placer surge cuando conseguimos ir “más allá” de nuestros parámetros habituales, y esto sólo sucede cuando aumentamos la dosis de trabajo, actividad, dificultad, compromiso. Es el esfuerzo realizado, la tenacidad en no rendirse, la laboriosa determinación de cruzar las aguas tempestuosas lo que te permite dar un "salto": en el resultado, en la conciencia personal. Incluso cuando todo tu cuerpo te grita de manera no ordinaria y te pide, para darle la bienvenida, un compromiso constante de no reír, con fases alternas de arriba y abajo, hasta que al final comprendes, descubres, te das cuenta de la belleza de la vida. sin importar los talentos y la fuerza que esa vida te dio: como lo hizo, por ejemplo, Massimiliano Sechi, entrenador y motivador. Como cada uno de nosotros, de diferentes maneras, está llamado a hacer.



    ¡Deja de sufrir, mereces ser feliz!

    Entonces, ¿cuál es el propósito, la función oculta, de cada dificultad emocional, física, económica, relacional, etc. que encontramos? Enséñanos a ser más fuertes; obligarnos a sacar a relucir todas nuestras capacidades (emocionales, físicas, creativas, relacionales), nuestros talentos dormidos o desconocidos y hacerlos vivos, llenos de frutos. Y así mejorar, crecer (cuanto más lo hagamos conscientemente y con un enfoque atento al bien de todos, más desarrollaremos también cualidades del alma, que permanecerán con nosotros para siempre).

    Y en ese punto, aquí está, llega la felicidad. La más profunda y sutil, una conciencia diferente de uno mismo, una mirada más amplia de la realidad: esta es la verdadera felicidad que nos merecemos.

    Post Scriptum. Tanto en el esfuerzo como cuando se ha superado la dificultad, es importante recordar honrar el aspecto constructivo y productivo del propio esfuerzo; un poco como cuando - en la hora del almuerzo y al final de un día de vendimia, al atardecer - te detienes (frente a tus ojos los canastos llenos de uvas recolectadas, en el cuerpo todo el cansancio del trabajo realizado), lleno de satisfacción y plenitud, y el trabajo realizado hasta ahora se celebra con una buena copa de vino y una golosa pasta. Esperando para empezar de nuevo.



    Ana María Cebrelli

     

     

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