“Fatiga de zoom”: porque las videollamadas nos cansan psicológicamente

“Fatiga de zoom”: porque las videollamadas nos cansan psicológicamente

Las videollamadas absorben nuestra energía y cansan el cerebro. De hecho, falta el componente no verbal. Esto dificulta la comunicación.

No guardes el aguacate así: es peligroso

Las videollamadas absorben nuestra energía y cansan el cerebro. En los últimos tiempos, debido a las restricciones relacionadas con el coronavirus, hemos estado usando mucho más los chats de video tanto para el trabajo como para mantenernos en contacto con familiares y amigos. Pero este nuevo hábito es mucho más agotador de lo que imaginamos.





Nosotros también lo notamos. Después de largas videoconferencias nos sentimos cansados ​​y nos cuesta concentrarnos. La explicación está ahí y para darla han sido varios psicólogos y científicos los que han acuñado una nueva definición, la de "fatiga de Zoom", refiriéndose en concreto a Zoom, uno de los muchos servicios que ofrecen videollamadas en grupo.

La explosión sin precedentes del uso del chat de video en respuesta a la pandemia en realidad ha lanzado un experimento social no oficial, que muestra a nivel mundial que las interacciones virtuales pueden ser extremadamente difíciles para el cerebro.

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¿Por qué el chat de video es más difícil que la comunicación cara a cara?

A diferencia de la comunicación presencial, las conversaciones virtuales no permiten acceder a un componente fundamental, el de lenguaje no verbal. Así terminamos prestando demasiada atención a las palabras. Durante una conversación en persona, el cerebro se enfoca solo parcialmente en las palabras habladas, extrayendo significado adicional también de señales no verbales, como gestos, tono de voz, posición del cuerpo.

En particular, Gianpiero Petriglieri, profesor asociado de Insead, que explora el aprendizaje y el desarrollo sostenible en el lugar de trabajo, y Marissa Shuffler, profesora asociada de la Universidad de Clemson, que estudia el bienestar en el lugar de trabajo y la eficacia del trabajo en equipo.

Según los dos expertos, participar en una videollamada requiere más atención que una conversación cara a cara porque tenemos que trabajar más para procesar señales no verbales como expresiones faciales, tono de voz y lenguaje corporal. Prestando más atención a estos aspectos, consumimos mucha energía y nos cansamos más:

“Nuestras mentes están juntas mientras nuestros cuerpos sienten que no lo estamos. Este disonancia, lo que provoca sentimientos encontrados, es agotador. No puedes relajarte naturalmente en una conversación ”, explica Petriglieri.



La mala calidad de un video o la demora en escuchar la voz también pueden empeorar la situación, lo que puede percibirse como falta de atención.

El reto del silencio y los retrasos en las comunicaciones

Según Petriglieri, otra dificultad encontrada durante los chats de video se refiere a la gestión de silencio:

“El silencio crea un ritmo natural en una conversación en la vida real. Sin embargo, cuando ocurre en una videollamada, te preocupa la tecnología”.

El silencio “virtual” también crea malestar en los participantes. Otro factor estresante es que cuando te unes a una videoconferencia, todos nos miran. Es un poco como estar en un escenario e incluso sin saberlo viene la presión social:

“También es muy difícil que las personas no se miren a la cara si pueden verla en la pantalla o no ser conscientes de cómo se comportan frente a la cámara”, explica Petriglieri.

¿Cómo podemos paliar la "fatiga del Zoom"?

Ambos expertos sugieren limitar las videollamadas a las necesarias. Encender la cámara también debería ser opcional y, en general, debe comprender mejor que las cámaras no siempre tienen que estar encendidas durante cada reunión.

Si por trabajo no es posible prescindir de ella, los expertos sugieren alternar periodos de descanso entre una videollamada y otra, estirando, tomando algo o haciendo algo de ejercicio.


También es necesario dejar pasar el tiempo entre una conversación y otra, marcando límites reales que nos permitan “dejar de lado una identidad” para la de trabajo, por ejemplo, y pasar luego a la privada.

También redescubrimos algunos buenos hábitos, ahora olvidados. En lugar de videollamadas, escribimos una carta diciéndoles a nuestros seres queridos cuánto nos preocupamos por ellos.


Fuentes de referencia: BBC, National Geographic

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